TIEMPO DE ADVIENTO

Ya estamos en la mejor época del año. Sí, soy de los que le gusta la Navidad. Me encanta pasear abrigado por las calles iluminadas. Ir con mis amigos y la familia a la Plaza Mayor (de Madrid, claro). Me encantan las reuniones familiares porque son tiempo de reencuentro y actualización. También es la época en la que echo de menos a los que faltan, a los que me recuerdan que esta vida sólo es un viaje de ida y que hay que aprovecharla. Me altera la incertidumbre con la que recibo el nuevo año. ¿Qué pasará, qué nos pasará en el 2010?. Esperanzado en que todo sea bueno. Me gustan las sensaciones que supone pensar, comprar y dar los regalos de Navidad. Me gusta adornar la casa, poner el árbol y el Belén, colocar los regalos la noche de Reyes. Me acuerdo de la Navidad de 1994 en la que empecé a salir con Ana, y para seducirla en la primera cita fuimos a ver “Teleñecos en Cuento de Navidad”. Vamos que me pongo insoportable. Sobre todo con la programación cinematográfica, empezamos por “Qué Bello es Vivir”, seguimos con “La Gran Familia”, para continuar con la de los teleñecos. Recientemente he incorporado “Polar Express” al calendario. Para amenizar pongo villancicos casi todo el tiempo. Ni que decir tiene que mis hijos están encantados, y yo más.

Pero la Navidad también es tiempo de reflexión y puesta al día. Es tiempo de pensar en el año pasado y ver cómo lo podemos mejorar. Sí, también es tiempo de buenos propósitos que luego quedan en nada. Pero yo creo en la capacidad que tenemos todos para cambiar y ser dueños de nuestras vidas. Aunque la vida sea eso que pasa mientras haces otros planes (parafraseando a Lennon). Es tiempo de ilusión en el futuro, de creer que las cosas pueden mejorar y que el ser humano es bueno por naturaleza. Me gusta dejarme llevar por estos pensamientos y sentimientos. Necesito cargar las pilas de cosas buenas que luego llega lo malo y si no estoy preparado me hundo.

Para eso necesito a mis alumnos y alumnas. Tengo la suerte de dar clase a personas que tan descreídos o menos que yo (más es difícil), todavía se atreven a pensar y creer que este mundo puede ser mejor de los que es y que ellos y ellas pueden (y deben) hacer algo al respecto. Una de las mejores ideas que hemos podido tener, Almudena y yo, ha sido la de evaluar este año parte de la asignatura por portafolios electrónico. Por un blog, vaya. Ya hay algunos que se están soltando la melena y están metiendo en su blog más cosas que las que estrictamente pide la asignatura, que ya de por si da mucho juego. Leo sentimientos, reflexiones e ideas que me reconcilian con el mundo y me hacen abominar de los estereotipos de jóvenes igual a ignorantes (de la vida) y aficionados al botellón y las pirulas que se me van colando de vez en cuando en las neuronas. Leer todos los blogs es un curro, y escribirlos también, pero creo que merece la pena. Al menos me merece la pena. Ellos representan lo poco que queda del espíritu de la Navidad en mi mundo. Por eso me reservo estas vacaciones para leer y valorar sus portafolios. Porque además de las luces, el Belén, el Árbol, los regalos, los turrones y el cordero de mi madre (que está de muerte), necesito leerlos y creer que el mundo no está en buenas manos, pero va a estarlo.

Hace muchos años, un profesor de Matemáticas del instituto, no recuerdo con qué motivo, me escribió una dedicatoria que venía a decir que las personas son como barcos de vela que necesitan viento para poder moverse y me agradecía que yo soplase un poquito. Yo, todavía joven e inexperto (toma tópico), no entendí cómo podía ser que yo soplase un poquito para que un tío hecho y derecho se moviese. Ha hecho falta que tenga más años que él entonces para entenderlo, y para sentirme agradecido con mis alumnos, de este y otros años, porque ellos también soplan para que haya viento que mueva mi barco.

¡FELIZ NAVIDAD!