Este es un interesante artículo en el que se reseña que, aún dando la importancia que merecen otros factores, el eje del fracaso escolar se sitúa en el origen socioeconómico de la familia. Es decir, que parece que el estilo docente, las características del centro, las normativas y otros factores, no son tan determinantes como el extracto social del alumno para determinar su éxito o fracaso en su vida académica. La consecuencia inmediata es que la escuela no es capaz de eliminar el sesgo social del origen de clase. El artículo indaga con opiniones cualificadas sobre las causas y posibles soluciones a esta situación, a la vez que arroja datos que pueden ser de interés para todos los niveles educativos.
La pregunta que yo me hago, y supongo que todos los que creen en el valor transformador de la educación, es cómo superar estos problemas y, sobre todo en mi caso, qué pueden hacer los profesionales de la Educación Social en ello. No hay que olvidar que ya hay educadores y educadoras sociales trabajando en los centros públicos de secundaria. Si la escuela pública no es capaz de eliminar la desigualdad social y son las familias con su situación educativa previa las que condicionan el éxito o fracaso de los hijos, ¿qué hacer?
Por otro lado, los que hemos trabajado en la escuela como maestros, sabemos que esto es cierto. El que un alumno abandone o suspenda depende mucho más de lo que pasa en su casa que de lo que pasa en la escuela, por mucho que plantees modelos pedagógicos avanzados, innovadores, participativos y/o democráticos. Si en casa no se apoya el aprendizaje, ni se da relevancia al trabajo intelectual del alumno, poco hay que hacer. Todos tenemos excepciones que confirman esta regla, pero es una regla al fin y al cabo.
En algunos casos basta con que los padres y madres participen de la vida del centro por medio de las asociaciones de madres y padres, o en el consejo escolar. Otras veces esto no es posible por motivos laborales, pero el seguimiento e interés por las tareas escolares de los hijos también es importante. Y otras, simplemente con no deshacer el trabajo desarrollado durante el día en el colegio sería suficiente. Puede que para esto haga falta cambiar también la escala de valores reinante, en la que lo importante es ganar dinero, y esto, en estos tiempos sobre todo, es muy difícil de lograr en una familia que no llega a final de mes para comer. Volvemos a la “pescadilla que se muerde la cola”. En tiempos de bonanza cuando hay trabajo, nadie echa de menos tener más formación, si lo que tiene es trabajo y dinero, y cuando no hay dinero lo importante no es tener formación sino dinero para comer. Sólo cuando la educación y formación son importantes en la escala de valores de por sí, es posible dar el salto. Cuando se considera importante saber y aprender por el hecho de disfrutar del conocimiento, porque eso es lo que te mejora como persona, se está estableciendo la línea de base para evitar el fracaso académico. Y esta línea de base es la diferencia, no la clase social.
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